El exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, ha declarado públicamente su total distanciamiento de las facciones internas que, según su análisis, han provocado la fragmentura del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que ejerció el poder en el país durante casi dos décadas.
Según su evaluación, el panorama político actual en Bolivia atraviesa un período que calificó como un declive sin gloria. Describió a la dirigencia política como inmersa en una espiral de acusaciones mutuas, acciones judiciales y un desgaste constante.
Respecto a los líderes que hoy protagonizan la división oficialista, Evo Morales y Luis Arce, García Linera expresó una sensación de hastío, señalando que ambos le resultan aburridos. Dejó claro que no mantiene ningún tipo de contacto con ellos y enfáticamente manifestó su falta de deseo de comunicarse.
Aunque evitó referirse directamente a otras figuras que podrían emerger en el escenario político, como el actual presidente del Senado, García Linera sostuvo que, a pesar del presente declive, la posibilidad de revertir la situación siempre existe. Afirmó que la historia permanece abierta a cambios, aunque reiteró su percepción de un momento político actual carente de logros significativos.
Reflexionando sobre la trayectoria del MAS en los últimos tres años, García Linera lamentó el rumbo tomado. Describió una dinámica en la que una facción, identificada con el expresidente Morales, recurre al bloqueo parlamentario para obstaculizar la gestión gubernamental, mientras que la otra, alineada con el actual Ejecutivo, responde con persecución judicial.
Advirtió que el país ha transitado de un proyecto enfocado en la transformación a una confrontación estéril entre bandos. Denunció que el debate público ha abandonado temas cruciales como el déficit fiscal o la industrialización, centrándose en cambio en la búsqueda de infligir el mayor daño posible al adversario. Esta situación, argumentó, facilita que discursos de la derecha, incluyendo corrientes de pensamiento libertario, ganen terreno.
Sobre el presidente Arce, García Linera consideró que no ha logrado consolidar un liderazgo propio, sugiriendo una falta de carisma adecuado para el contexto actual. En contraste, opinó que Evo Morales aún conserva la capacidad de movilizar a los sectores populares. Sin embargo, ve como improbable una reconciliación personal entre ambos, calificando su enemistad como irreversible. Pese a esta ruptura personal, mantuvo que, en términos del proceso político en sí, la posibilidad de un cambio de rumbo siempre está latente.
Con una trayectoria que incluye estudios en matemáticas y sociología, así como vínculos pasados con movimientos que buscaban la autodeterminación de la nación aymara, García Linera divide su tiempo entre La Paz y Buenos Aires. En la capital argentina, ofrece su perspectiva sobre diversos temas en charlas y conferencias. Mantiene una visión política progresista, abogando por medidas como el control del comercio exterior, la preservación de empresas estatales, el mantenimiento de subvenciones y la aplicación de impuestos elevados a las grandes fortunas. Concibe esta postura como una lucha constante contra intereses opuestos para asegurar una mejora en la vida de la gran mayoría de los bolivianos