El sector productor de tomate en Tarija atraviesa una situación crítica, marcada principalmente por el drástico incremento en el costo de los insumos agrícolas. En los últimos meses, el precio de elementos esenciales para la producción, como abonos, agroquímicos, semillas y equipamiento, ha experimentado un aumento superior al 100%.
Esta escalada de costos ha llevado a los agricultores a operar con pérdidas. Según los cálculos basados en la estructura de gastos de producción, cultivar una caja de tomate requiere una inversión cercana a los 60 bolivianos. Sin embargo, el precio de comercialización actual en el mercado ronda los 50 bolivianos por la misma cantidad, lo que genera un déficit de 10 bolivianos por cada caja vendida. Esta realidad económica hace que la actividad agrícola, bajo las condiciones actuales, no sea sostenible para quienes se dedican a ella.
Un ejemplo concreto del encarecimiento se observa en los abonos, cuyos precios han pasado de aproximadamente 330 bolivianos a 800 bolivianos. Este tipo de aumentos impacta directamente en la viabilidad de las explotaciones.
Como consecuencia directa de esta coyuntura económica adversa, los productores se han visto forzados a reducir significativamente el volumen de su cosecha. En una comunidad específica, la producción de tomate era de 208 toneladas hace dos años. El año pasado, esta cifra descendió a 105 toneladas, y las proyecciones para el año en curso, 2025, indican que la producción no superará las 80 toneladas.
A la problemática del aumento de costos se suma la competencia desleal generada por el ingreso de productos de contrabando provenientes de países vecinos, particularmente del Perú. Se ha observado que mercados importantes, como los de La Paz y el eje central del país, reciben grandes cantidades de tomate, cebolla y fruta de origen peruano. Esta situación dificulta la comercialización del producto nacional, que debe competir en condiciones desiguales.
La crisis que afecta al sector agrícola, impulsada por el encarecimiento de los insumos, también ha tenido repercusiones sociales, contribuyendo a un aumento de la migración del campo a la ciudad. Numerosas familias dedicadas a la agricultura han optado por buscar oportunidades laborales y mejores condiciones de vida fuera de sus comunidades de origen, e incluso fuera del país