La nación boliviana conmemoró recientemente dos siglos desde su independencia, en un momento que se transformó en un llamado a la unidad y a la responsabilidad colectiva. Este hito histórico se vivió en un clima de profunda reflexión, marcado por los significativos desafíos económicos y sociales que el país enfrenta y que deberán ser abordados por las futuras administraciones.

En Tarija, epicentro de las celebraciones oficiales, las principales autoridades coincidieron en que, a doscientos años de la gesta libertaria, el verdadero adversario a superar ya no es una fuerza extranjera, sino la compleja crisis económica, la persistente pobreza y la exclusión social. Se destacó que el departamento de Tarija, a pesar de sus históricos lazos con la vecina Argentina, tomó la trascendental decisión de unirse a Bolivia, y su participación en la lucha por la emancipación fue fundamental.

Durante el acto conmemorativo, se subrayó que la batalla actual se libra contra la precariedad, la falta de oportunidades laborales y la desigualdad. Se enfatizó que el Bicentenario no debe ser solo motivo de festejo, sino una oportunidad para renovar el compromiso colectivo en la construcción de un país más próspero y equitativo, a través del esfuerzo, la educación y la formación.

Una revisión de la trayectoria nacional reveló que, en el primer centenario de la república, las transformaciones profundas fueron limitadas, con una economía que seguía fuertemente concentrada en la explotación minera. También se recordaron los conflictos bélicos con naciones vecinas, cuyas consecuencias resultaron desfavorables para Bolivia. No obstante, se resaltó la Revolución de 1952 como un punto de inflexión, que introdujo el voto universal y la alfabetización, sentando las bases para cambios más significativos en las últimas décadas.

A pesar de periodos de bonanza derivados de la producción de gas natural, la dependencia de la explotación de materias primas, particularmente la minería, persiste como pilar fundamental de la economía. Se cuestionó la equidad en la distribución de la riqueza y la eficiencia en el uso de los recursos generados, lo que ha derivado en una coyuntura crítica que trasciende lo meramente económico para afectar la operatividad misma del Estado.

Se anticipó que las futuras autoridades, que asumirán sus funciones el próximo 17 de agosto, deberán afrontar retos económicos de gran magnitud, exigiendo la implementación de decisiones complejas. Entre las prioridades se mencionó la imperiosa necesidad de erradicar el déficit fiscal. Esto implica la gestión prudente de los ingresos, asegurando que los gastos no superen las entradas, generando así un superávit que pueda destinarse a la inversión y a la creación de nuevas fuentes de riqueza. Se advirtió que la acumulación de deuda conduce a la dependencia y a la precarización.

La inacción, se señaló, podría desencadenar escasez de divisas, presiones inflacionarias, desabastecimiento de productos básicos y una desestabilización generalizada de la economía. Se recalcó que el control del déficit fiscal y la gestión monetaria son fundamentales para garantizar la estabilidad económica del país. Si bien estas medidas podrían tener efectos negativos a corto plazo para algunos sectores de la población, se proyecta que a largo plazo beneficiarán a todos. Asimismo, se subrayó la importancia de saldar la deuda externa y de anticipar el eventual agotamiento de las reservas de gas, un escenario que podría obligar al país a depender de importaciones para cubrir su demanda interna.

El Bicentenario, más allá de la conmemoración histórica, se ha transformado en un recordatorio de que la independencia también significa la capacidad de superar los obstáculos que impiden el desarrollo pleno del país y garantizar mejores condiciones de vida para toda la población.

Desde la Federación de Juntas Vecinales de Cercado, una voz disidente expresó que no existía motivo para celebrar, reflejando el sentir de una población que padece los efectos de la crisis económica. Se hizo hincapié en la escasez de combustible y divisas, el encarecimiento de la canasta básica familiar y la extenuante jornada laboral que afrontan muchos ciudadanos, quienes, lejos de festejar, luchan por su subsistencia diaria. La preocupación ciudadana se manifestó en el elevado costo de productos esenciales como la carne, los fideos y el aceite, lo que llevó a un llamado a las autoridades para que asuman medidas estructurales que permitan la recuperación del país

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