A escasamente un mes de la conclusión de su mandato, el presidente de Bolivia, Luis Arce, emprendió un viaje oficial a Brasil para reunirse con su homólogo, Luiz Inácio Lula da Silva. Previo a su partida, el mandatario instruyó a su equipo de gobierno iniciar el proceso de cierre de gestión y la preparación de informes detallados para la administración entrante, que asumirá funciones el próximo 8 de noviembre.

Este desplazamiento del jefe de Estado saliente ha captado la atención en el país, especialmente porque coincide con la fase final del actual gobierno y marca el epílogo de la era del Movimiento Al Socialismo, tras casi dos décadas en el poder. En este contexto, diversos analistas en relaciones internacionales han señalado que este prolongado periodo ha dejado un balance con más desafíos que éxitos en el ámbito diplomático, destacando la imperiosa necesidad de una reestructuración.

Durante su estancia en Brasil, el punto central de la agenda presidencial es el encuentro programado con Lula da Silva. Según detalló el viceministro Jorge Silva, estos encuentros se enmarcan en una agenda bilateral previamente establecida, enfocada en la gestión gubernamental y el fortalecimiento de los lazos de cooperación. Adicionalmente, la viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, informó que el presidente Arce aprovechará la visita para realizarse un chequeo médico anual, asegurando su inmediato retorno al país una vez concluidas sus actividades oficiales.

Mientras tanto, en Bolivia, ministros, viceministros y demás colaboradores gubernamentales se encuentran abocados al cierre de la gestión. Por instrucción presidencial, se trabaja en la finalización de todos los procesos administrativos, la ejecución física y presupuestaria programada, con el objetivo de elaborar carpetas exhaustivas para las futuras autoridades. Estas carpetas contendrán información detallada sobre la situación de cada cartera de Estado, viceministerios y direcciones generales.

El viaje de Arce a Brasil, en las postrimerías de su administración, ha generado particular interés entre los expertos en política exterior. Analistas como la excanciller Karen Longaric y el especialista Ricardo Martínez coinciden en que la diplomacia boliviana, durante el periodo del MAS, se caracterizó por una marcada alineación ideológica que, en última instancia, contribuyó a un cierto aislamiento del país en la esfera internacional.

Longaric ha argumentado que, incluso con gobiernos vecinos de izquierda, como los de Lula en Brasil o Gabriel Boric en Chile, no se lograron acuerdos concretos de relevancia. Más aún, Bolivia ha quedado al margen de proyectos estratégicos como los corredores bioceánicos. La política exterior reciente, especialmente en los últimos meses, se ha concentrado en expresar apoyo a naciones como Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Por su parte, Martínez, director del Laboratorio de Análisis de Políticas, Relaciones Internacionales y Diplomacia, ha señalado que la orientación ideológica predominante implicó un menoscabo de la autonomía internacional del país. Las relaciones se restringieron principalmente a un grupo de naciones afines, incluyendo Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Argentina durante la era Kirchner, Brasil con Lula, y la influencia de Irán, China y Rusia. La retórica antiimperialista y un distanciamiento de las instituciones multilaterales tradicionales han limitado la capacidad de Bolivia para establecer alianzas diversas y participar activamente en los mercados globales.

A este panorama se suma la preocupación por la imagen internacional del país. El diputado y diplomático Gustavo Aliaga ha manifestado que el gobierno saliente deja a Bolivia con una reputación afectada por la percepción de un incremento en la producción y tráfico de estupefacientes. Esta situación se ha visto agravada por declaraciones de líderes regionales, quienes han aludido a la situación interna del país, mencionando aspectos como el narcotráfico o la gestión migratoria y de seguridad fronteriza.

Ante este escenario, tanto Longaric como Aliaga plantean que la próxima administración gubernamental debe reevaluar y replantear profundamente la política exterior. El objetivo primordial sería reincorporar a Bolivia plenamente en la comunidad internacional y reconstruir sus relaciones diplomáticas para restaurar su imagen y posicionamiento global

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