Bolivia Importa 9 de Cada 10 Litros de Diésel Consumidos y 6 de Gasolina Demanda Energética Nacional

Bolivia enfrenta una creciente crisis energética, evidenciada por la alta dependencia de combustibles importados. Actualmente, nueve de cada diez litros de diésel consumidos en el país provienen del exterior, una cifra que se reduce a seis de cada diez litros en el caso de la gasolina. Esta situación se traduce en dificultades cotidianas para los ciudadanos, quienes a menudo deben soportar prolongadas esperas para adquirir carburantes.
Expertos en el sector, como Raúl Velásquez Guzmán, investigador de la Fundación Jubileo, han subrayado la urgencia de abordar esta problemática. Según sus análisis, el próximo gobierno se enfrentará a desafíos inmediatos y de largo aliento. A corto plazo, será fundamental asegurar el suministro constante de carburantes desde el primer día de gestión. Esto implica la necesidad imperiosa de contar con suficientes divisas para financiar las importaciones, dado que el volumen de combustible que Bolivia adquiere del exterior supera cada vez más su consumo interno, y el diésel, en particular, se compra a precios internacionales.
Otro punto crítico de atención inmediata es la política de subvenciones. Este aspecto, junto con la disponibilidad de dólares, constituye un pilar fundamental que requiere una revisión y corrección urgentes.
Sin embargo, la visión a largo plazo para Bolivia no puede limitarse a ser un mero importador de combustibles. Es esencial que el país recupere su vocación productora, buscando generar internamente la mayor cantidad posible de los carburantes que consume. Para lograr esto, se plantea la necesidad de una nueva Ley de Hidrocarburos que incentive la exploración petrolera. El actual precio fijo del barril de petróleo en Bolivia, establecido en 27.11 dólares, contrasta drásticamente con los precios internacionales que oscilan entre 60 y 70 dólares, desincentivando cualquier inversión en exploración por parte de empresas interesadas. Esta falta de exploración impacta directamente en la disponibilidad de diésel, un derivado del petróleo.
La situación del gas natural no es menos preocupante. La producción ha experimentado una drástica caída del 53%, lo que sugiere que en un futuro cercano Bolivia también podría verse obligada a importar este recurso. Para evitar esta dependencia, el país necesitaría descubrir al menos tres nuevos megacampos de gas, un proceso de exploración que, por su naturaleza, demanda entre cinco y ocho años.
Este escenario tiene profundas implicaciones económicas. En pocos años, la cesación de las exportaciones de gas natural significaría una pérdida mensual de ingresos cercana a los 100 millones de dólares. Además, a partir de 2028, el país podría enfrentar un gasto mensual de entre 100 y 150 millones de dólares para importar gas natural. La complejidad aumenta al considerar las limitadas opciones de importación, ya que países vecinos como Argentina no cuentan con excedentes significativos. El costo del gas importado, que podría situarse entre 9 y 14 dólares por Millón de BTU, contrasta fuertemente con el precio de venta actual en Bolivia, que es de 1.30 dólares por la misma unidad.
Ante este panorama, se hace imperativo que los futuros líderes del país se preparen y planifiquen estratégicamente para abordar esta compleja realidad energética