La escuadra boliviana sufrió una contundente derrota por 3-0 frente a Colombia en Barranquilla, un resultado que prolonga una desafortunada estadística: la Verde acumula ya ocho encuentros consecutivos en territorio colombiano, dentro del marco de las Eliminatorias Sudamericanas, sin lograr sumar puntos ni perforar la red rival. Este desenlace adverso invita a un análisis pormenorizado de los elementos que contribuyeron a la caída.

Una de las principales debilidades observadas radicó en la zaga boliviana, que exhibió notorias fisuras, particularmente durante la segunda mitad del encuentro. Los goles segundo y tercero de la selección cafetera evidenciaron fallos en la construcción desde la retaguardia y desajustes posicionales de los defensores. Un ejemplo claro fue la salida de Efraín Morales, quien se desubicó de su posición natural en la acción que derivó en el segundo tanto local, facilitando así que Colombia explotara los espacios generados y concretara sus oportunidades con eficacia.

En el frente ofensivo, a pesar de generar ciertas ocasiones, especialmente en el complemento, la escuadra altiplánica careció de la puntería necesaria para materializarlas. Una de las oportunidades más claras se presentó tras un centro de Roberto Carlos Fernández, que Gabriel Villamil y Miguel Terceros no lograron convertir. Asimismo, varios disparos de media y larga distancia, ejecutados por futbolistas como Miguelito, Villamil, Villarroel y Henry Vaca, carecieron de la precisión o la fortuna requerida para terminar en gol.

El esquema táctico inicial adoptado por Bolivia, centrado en una postura defensiva con la intención de resistir y buscar el contragolpe, demostró ser insuficiente. El excesivo repliegue de la Verde en su propio campo permitió a Colombia asumir el control del partido, dominar el balón y orquestar un peligro constante sobre el arco rival.

Las modificaciones introducidas por el director técnico Óscar Villegas tampoco lograron el impacto esperado para revertir el curso del encuentro. Si bien futbolistas como Henry Vaca y Moisés Villarroel, quienes ingresaron en la fase final, generaron algunas aproximaciones, el tiempo limitado en el terreno de juego impidió que sus aportaciones fueran determinantes para alterar el marcador.

En síntesis, la caída del combinado boliviano se explica por una confluencia de factores: desajustes defensivos, una notoria ineficacia en la definición de las oportunidades de gol y una estrategia inicial que no consiguió contener la ofensiva de un equipo colombiano que, en definitiva, exhibió una superioridad manifiesta en el campo, particularmente al momento de concretar sus llegadas

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