En el corazón del Valle de Cinti, Bolivia, un colectivo de mujeres ha alcanzado un reconocimiento global sin precedentes en el ámbito vitivinícola. Herederas de una tradición que se extiende por más de tres siglos, este grupo ha sido laureado con el prestigioso premio “Old Vine Hero Award 2025”, otorgado en Inglaterra. Este galardón celebra su incansable labor en la preservación de una de las expresiones más auténticas y ancestrales del vino sudamericano y boliviano.

El paisaje singular del cañón de Cinti, donde las centenarias vides comparten espacio con la flora autóctona como el molle, el chañar y el algarrobo, fue el escenario silencioso de este triunfo. La noticia llegó desde el Reino Unido, durante la conferencia “The Old Vine Conference 2025”, donde se anunció que la Bodega Yokich había sido distinguida con el primer lugar en la categoría de Mejor Equipo del Mundo de “Héroes de la Viña Vieja 2025”.

La competencia, que congregó a 90 bodegas provenientes de 14 naciones, redujo su selección a 60 proyectos que cumplían con los rigurosos criterios de evaluación. En la categoría específica de Viticultura, la bodega boliviana se impuso ante proyectos de España, Estados Unidos y Australia, consolidando su posición como referente mundial en la materia.

Patricia Mendoza Morón, enóloga y principal impulsora de este proyecto, expresó su asombro y alegría ante la noticia. En medio de la celebración con su equipo, compuesto mayoritariamente por mujeres, destacó la importancia de este reconocimiento para proyectar hacia el futuro el legado histórico que custodian: “Tenemos mucha historia que contar y queremos dejarlo escrito para que las futuras generaciones tengan un pasado sólido sobre el cual construir su presente y proyectarse hacia el futuro”, afirmó.

Este equipo femenino, integrado por Sonia Zamora Márquez, Fanny Morón Lino, Dionicia Portal, Rebeca Cazón Aguirre, Mandina Buitrago, Nancy Ortega de Solano y las hermanas Rivera, ha mantenido viva la sabiduría ancestral del cultivo de la vid en parrales, utilizando como guías árboles locales como el chañar, el molle y el algarrobo. Su labor trasciende la producción de vino; se centra en la concienciación sobre el valor de los viñedos antiguos como patrimonio genético crucial, especialmente en el contexto del cambio climático y la necesidad de resiliencia biótica y abiótica.

La altitud de 2.406 metros sobre el nivel del mar, característica de los viñedos en Cinti, proporciona un clima excepcional para el cultivo de la vid. La notable amplitud térmica entre el día y la noche, con jornadas cálidas y noches frescas, favorece un equilibrio óptimo de acidez y color en las uvas, elementos que se traducen en la singularidad aromática de sus vinos de alta gama, según explica Mendoza.

La bodega resguarda un Banco Genético de aproximadamente diez hectáreas, dedicado a cepas criollas y patrimoniales como la Misionera, Moscatel de Alejandría, Vischoqueña, Imporeña, Uvilla y Rosada Criolla. Este reservorio genético no solo asegura la preservación de estas variedades únicas mediante la creación de plantines, sino que también es la base para la producción de vinos y singanis de calidad superior. La familia Mendoza Yokich y Morón, comprometida con la expansión de la viticultura de cepas criollas y patrimoniales en Cinti y en Bolivia, subvenciona una parte considerable de esta producción.

La vitiforestería, sistema de cultivo que armoniza árboles nativos con vides centenarias, define la identidad vitivinícola del Valle de Cinti. En este sistema ancestral, las vides se entrelazan con molles, chañares y algarrobos, e incluso con árboles frutales como duraznos y ciruelos, aportando matices únicos a las uvas y, por ende, a los vinos y singanis resultantes, detalla Mendoza.

Este paisaje vitivinícola, descrito como un “museo al aire libre”, se caracteriza por la labor manual en todas las etapas del cultivo. La convivencia de vides con árboles frutales y vegetales crea un ecosistema particular. Aunque también se emplean sistemas de espaldera para vides más jóvenes, el sistema tradicional de parronera, con vides añejas e incluso centenarias, sigue siendo predominante. Estas vides, aunque de menor rendimiento en cantidad, producen vinos de una elegancia excepcional.

En cuanto al impacto del galardón, Mendoza anticipa un efecto positivo en el posicionamiento global de la viticultura boliviana, resaltando la vitiforestería como un elemento distintivo. Además, subraya la validación de las cepas patrimoniales y criollas, abriendo una plataforma internacional para la promoción de vinos premium y la viticultura ancestral de Bolivia.

Este premio, en su tercera edición otorgado por The Old Vine Conference, representa para Bolivia un estímulo significativo que facilita la apertura de puertas en el mercado mundial del vino. “Te hace conocer tu proyecto en el mundo del vino, asistir a eventos, conocer mucha gente y abrir mercados. Es muy importante”, enfatiza Mendoza.

La enóloga planea utilizar este reconocimiento como respaldo para una propuesta de Ley de protección y preservación de cepas viejas, categorizadas según su antigüedad (de 35 a 99 años y centenarias, de 100 a más de 300 años, e incluso algunas de 350 años), categorías avaladas por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).

Con esta iniciativa, Mendoza busca asegurar que la vitiforestería, pilar fundamental de la identidad vitivinícola boliviana, sea protegida mediante la conservación de estas viñas como parte esencial del patrimonio cultural y genético del país. El objetivo es garantizar su preservación para las futuras generaciones y proteger este recurso invaluable ante los desafíos impuestos por el cambio climático.

La Bodega Yokich, con una historia que se remonta a su fundación por los Jesuitas en la segunda mitad del siglo XVI, representa una tradición centenaria. Actualmente liderada por Patricia Mendoza, junto a su madre y hermanos, la bodega es un legado familiar de cinco generaciones dedicadas al cuidado de estas cepas ancestrales. Patricia, con formación en viticultura y enología en la Universitá Di Bolonia y una maestría en espumantes de la Royal Agricultural University RAU en Inglaterra, ha enriquecido la tradición familiar con conocimientos académicos y experiencia internacional.

Patricia Mendoza Morón, copropietaria de los viñedos y bodegas Yokich SRL y Singani Tierra Alta, junto a su familia, continúa el legado de sus abuelos y padres, quienes dedicaron sus vidas a salvaguardar la viticultura ancestral boliviana. Con orgullo por el premio recibido, Mendoza destaca la satisfacción de los españoles ante el reconocimiento a Bolivia, resaltando la herencia vitivinícola que los religiosos españoles introdujeron hace 500 años

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