Implementar prácticas desde la primera infancia que fomenten la igualdad de género contribuye a una educación libre de estereotipos y discriminación. La Organización de las Naciones Unidas ha establecido la igualdad de género como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, destacando la importancia de políticas públicas que impulsen avances significativos en esta materia.
El rol de los padres resulta fundamental en la enseñanza sobre igualdad de género, ya que los niños aprenden y reproducen rápidamente los comportamientos observados en su entorno familiar. Estudios revelan que la manera en que se distribuyen las tareas domésticas en el hogar influye directamente en las percepciones que los niños desarrollan sobre los roles de género. Por ello, es imprescindible que los adultos adopten actitudes inclusivas y equitativas, sirviendo como modelos que reflejen respeto y diversidad.
Desde la infancia, es esencial evitar segmentar actividades, juegos o juguetes según el sexo biológico. Limitar a los niños a ciertos tipos de juegos puede restringir el desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y físicas. La estimulación equilibrada de capacidades verbales, analíticas, relacionales y motrices en todos los niños favorece un crecimiento integral y sin prejuicios.
La comunicación abierta sobre estereotipos de género es clave para que los niños puedan identificar y cuestionar los mensajes que reciben no solo en casa, sino también en la escuela y los medios de comunicación. Los padres deben conversar con sus hijos sobre estas cuestiones, señalando y desafiando activamente las ideas preconcebidas que suelen estar presentes en la cultura popular.
Además, es fundamental enseñar a los niños que todas las emociones son válidas, independientemente de su género. Fomentar la expresión de sentimientos como la empatía, la compasión y la sensibilidad contribuye a un desarrollo emocional saludable y a la formación de individuos más empáticos y respetuosos.
La exposición a la diversidad social, cultural y étnica desde temprana edad también ayuda a que los niños comprendan que la pluralidad es una característica natural de la humanidad. La representación diversa en los medios y en el entorno cotidiano promueve la aceptación y el respeto hacia las diferencias.
En cuanto al desarrollo de habilidades cognitivas, es recomendable que los padres utilicen el lenguaje numérico y conceptos matemáticos en la interacción diaria con sus hijos, sin importar su género. Esta práctica favorece el desarrollo de capacidades intelectuales de manera equitativa.
El respeto por la diversidad corporal debe ser enseñado desde la infancia para evitar actitudes discriminatorias. Los niños deben aprender a valorar sus cuerpos y a respetar las diferencias en los demás, reconociendo que no existe un modelo único de normalidad.
El conocimiento y la exploración del propio cuerpo son procesos naturales en la infancia. Es importante que los adultos guíen a los niños con respeto y sin reproches, utilizando los nombres científicos de las partes del cuerpo para evitar tabúes y promover una relación saludable con su corporalidad. Esto también les ayuda a identificar y protegerse frente a situaciones inapropiadas.
Educar a los niños en un ambiente de derechos e igualdad es una inversión en la formación de adultos conscientes, responsables y comprometidos con la justicia social. Comprender y respetar los derechos propios y ajenos fomenta la sensibilidad hacia las injusticias y contribuye a la construcción de una sociedad más inclusiva, pacífica y equitativa.
De este modo, desde la primera infancia se sientan las bases para un desarrollo integral que empodere especialmente a las niñas, promueva la autonomía y facilite la creación de relaciones interpersonales saludables y respetuosas. Así, se forman individuos plenos que aportan positivamente a la comunidad y al bienestar colectivo
