Las pequeñas empresarias de los suburbios de Filadelfia, los trabajadores de la industria en Milwaukee y las empleadas de limpieza en los casinos de Las Vegas podrían tener un papel decisivo en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, programadas para el 5 de noviembre. En esta contienda, alrededor de 240 millones de ciudadanos tendrán que elegir entre Kamala Harris y Donald Trump, pero el destino de la Casa Blanca podría depender de un puñado de votos en estados clave.

El sistema electoral estadounidense, basado en un Colegio Electoral formado por 538 electores, es el que finalmente determina quién ocupará la presidencia. Cada estado cuenta con un número de electores equivalente a su representación en el Congreso, lo que significa que los estados más poblados, como California, Texas, Florida y Nueva York, tienen más peso en la elección. En contraste, varios estados menos poblados aportan solo tres electores cada uno.

En general, el candidato que obtiene la mayoría de votos en un estado se lleva todos los votos electorales de ese estado, independientemente del margen de victoria. Para ser elegido presidente, se requiere un mínimo de 270 votos electorales. En caso de empate, la Cámara de Representantes se encargaría de elegir al presidente, mientras que el Senado elegiría al vicepresidente.

En esta ocasión, se estima que Harris tiene asegurados 226 votos electorales, mientras que Trump cuenta con 219. La clave de la elección radica en 93 votos en siete estados considerados indecisos, que son cruciales para determinar quién ganará la presidencia. Estos estados, que incluyen áreas del Cinturón de Óxido y el Cinturón del Sol, reflejan cambios demográficos y económicos que influyen en la votación.

Un estado destacado es Pensilvania, que aporta 19 votos electorales y ha visto un crecimiento significativo en su población hispana, especialmente de origen puertorriqueño y dominicano. Georgia y Carolina del Norte, ambos con 16 votos electorales, también son esenciales. En estos estados, el electorado hispano y afroamericano puede jugar un papel fundamental.

Arizona, con una población en rápido crecimiento, ha visto un aumento en su población latina, lo que ha llevado a los candidatos a centrarse en temas como la inmigración y los derechos reproductivos. La economía, el costo de vida y las políticas de aborto son preocupaciones comunes en varios de estos estados. Carolina del Norte, por ejemplo, tiene una significativa población afroestadounidense que tiende a apoyar a los demócratas, mientras que la población rural ha mostrado inclinaciones más republicanas.

Georgia, con un electorado diverso, ha sido testigo de un cambio en las dinámicas políticas, con un fuerte apoyo para Biden en las elecciones de 2020. Sin embargo, Trump sigue siendo popular entre los votantes blancos de áreas rurales y evangélicos. En Míchigan, el voto árabe-estadounidense ha sido crucial para los demócratas, aunque el descontento por la política exterior de EE.UU. podría impactar en el apoyo a Harris.

Nevada, que ha visto un aumento en su población latina, también es un estado en el que ambos candidatos están haciendo esfuerzos significativos por ganar el apoyo de los votantes. La economía y el desempleo son temas prioritarios en un estado que ha sido duramente afectado por la pandemia.

Finalmente, Wisconsin, con una población predominantemente blanca, ha mostrado un cambio en la votación, con un fuerte apoyo a Trump en áreas rurales, mientras que las ciudades más grandes siguen siendo bastiones demócratas. Las elecciones del 5 de noviembre se perfilan como un evento crucial donde cada voto cuenta, y los candidatos están intensificando sus esfuerzos en estos estados clave que podrían decidir el futuro político del país

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