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Las severas condiciones meteorológicas, caracterizadas por una intensa nevada y visibilidad extremadamente reducida, han forzado el cierre del Complejo Fronterizo Chungará en Chile. Esta medida ha paralizado de manera significativa el tránsito a través del paso Tambo Quemado–Chungará, una arteria vital para las exportaciones bolivianas con destino al océano Pacífico.

La interrupción ha dejado a miles de vehículos de carga inmovilizados, con estimaciones que superan los dos mil camiones varados en la zona. Representantes del gremio del transporte pesado han manifestado su profunda preocupación por la situación de los conductores, quienes enfrentan condiciones precarias, careciendo de servicios básicos como asistencia médica y refugio adecuado en un entorno de alta montaña.

Aunque se realizaron intentos de reactivar el paso en días recientes, las persistentes precipitaciones níveas han mantenido la ruta intransitable. Las autoridades chilenas, por su parte, han restringido el acceso de más unidades a la zona fronteriza, ubicada a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. La Unidad de Pasos Fronterizos del gobierno chileno confirmó que el complejo permanece inoperativo desde el mediodía del sábado 28 de junio, y su reapertura está supeditada a una mejora sustancial de las condiciones climáticas.

El impacto económico de este cierre es considerable, dada la importancia estratégica de la ruta. Más del 21% del volumen total de exportaciones de Bolivia utiliza este corredor, que conecta al país andino con el puerto de Arica, habilitado para el libre tránsito de mercancías en virtud del Tratado de 1904. Informes económicos revelan que en el primer bimestre de 2024, más de un millón de toneladas de productos transitaron por este punto, a pesar de una disminución del 19% en comparación con el mismo período del año anterior.

La eficiencia operativa lograda en el último cuatrimestre registrado, que vio un repunte del 38,4% en las exportaciones por Tambo Quemado gracias a la operación continua 24/7, se ve ahora comprometida. La posibilidad de que las operaciones se restrinjan nuevamente a horarios diurnos, como ocurrió en el pasado, genera alarma entre los transportistas. Esta medida podría desencadenar una acumulación masiva de vehículos, reminiscentes de épocas en las que los conductores debían esperar hasta cuatro noches para cruzar la frontera. El sector insta a las autoridades a considerar la situación humanitaria y económica al evaluar cualquier restricción de horarios.

Además de las demoras, los transportistas enfrentan repercusiones financieras significativas, incluyendo penalizaciones por el incumplimiento de plazos de entrega en puerto y el aumento de los costos logísticos. La interrupción se traduce directamente en deudas y perjuicios económicos para las empresas. Existe también una creciente preocupación por el abastecimiento de combustible para las unidades inmovilizadas, lo que podría generar un efecto en cadena en la cadena de suministro.

El gremio del transporte ha reclamado, asimismo, la inactividad de una normativa que contempla un margen de 21 días hábiles de tolerancia para la entrega de contenedores en circunstancias excepcionales, una disposición cuya aplicación ha permanecido inactiva por años. Ante este panorama, el sector hace un llamado urgente a las autoridades chilenas y bolivianas para que coordinen una respuesta expedita que mitigue los perjuicios económicos y humanitarios derivados de esta situación

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