La película de vampiros, *Pecadores*, bajo la dirección de Ryan Coogler, hizo su debut en las salas cinematográficas en abril de este año, cosechando un notable éxito tanto entre la crítica especializada como en la audiencia general. Poco después, el largometraje se hizo disponible en plataformas de streaming. Desde su lanzamiento, la obra ha sido ampliamente elogiada, destacándose por su enfoque innovador y su singularidad dentro del panorama actual del cine de terror.
Ciertamente, *Pecadores* posee elementos que la distinguen de las producciones habituales del género, reflejando una clara ambición por ser una creación con una firma autoral. Uno de los aspectos más sobresalientes es la integración de la música. Si bien no se estructura como un musical convencional, donde las canciones impulsan directamente la trama, la presencia musical es casi constante. Una voz en off introduce la idea de que la música ejecutada por virtuosos, trasciende la diferencia entre vivos y muertos, un concepto que se reitera hacia el final, como una justificación narrativa. Tanto los antagonistas vampíricos, representados por personajes blancos, como los aldeanos, víctimas de etnia negra, son presentados como talentosos músicos y cantantes, cuyas interpretaciones se entrelazan con los momentos más cruciales de la historia.
Las aspiraciones de Coogler también se manifiestan en la diversidad temática que aborda la cinta. Más allá de su núcleo de terror, la película busca explorar las complejas dinámicas raciales desde múltiples ángulos, incluyendo la violencia por motivos raciales y las relaciones interraciales. Además, parece esforzarse por capturar una identidad cultural específica de la región sureña donde se desarrolla la trama, siendo esta última intención donde el film logra su mayor acierto.
Sin embargo, a pesar de sus ambiciosas ideas y propósitos, *Pecadores* tropieza en un aspecto fundamental: la coherencia con su propia propuesta. El resultado final no logra consolidarse como una buena película de terror debido a una narrativa que se percibe deshilvanada. Elementos como la aparición del Ku Klux Klan, acompañada de un tiroteo, resultan no solo forzados, sino también inconexos con el resto del argumento.
Aunque la película construye eficazmente a sus personajes, especialmente en su primera mitad, la segunda parte, dedicada a la acción, falla en generar el suspenso necesario y en mantener la verosimilitud del conflicto. Se observan situaciones donde los personajes no reaccionan de manera lógica o donde los ataques vampíricos se detienen sin una explicación convincente.
Ryan Coogler, conocido por su trayectoria en el cine comercial de gran presupuesto, ha dirigido éxitos como la primera entrega de la saga *Creed* (2015) y las dos películas de *Black Panther* (2018 y 2022), todas ellas protagonizadas por Michael B. Jordan, quien también encabeza el elenco de *Pecadores*. En esta ocasión, el realizador ha intentado incursionar en un cine de corte más autoral. No obstante, el desenlace de esta propuesta se percibe como deficiente, caracterizado por un exceso de artificios y una estructura narrativa inconsistente y empobrecida