En las vastas arterias fluviales de la Amazonía boliviana, un mamífero acuático de singular belleza, el bufeo (Inia boliviensis), libra una silenciosa batalla por su supervivencia. Este delfín de agua dulce, cuya longitud puede superar los dos metros, representa no solo un tesoro natural, sino también un indicador crucial de la salud del ecosistema. Su destino, sin embargo, se entrelaza cada vez más con la acción de las comunidades locales, quienes, impulsadas por un profundo arraigo a sus ríos, se han convertido en guardianes activos de la especie.

La conexión de Jhonny Mendoza con estos cetáceos rosados se forjó a principios del milenio, cuando, siendo un niño de nueve años, acompañaba a su padre pescador por el río Ichilo, en Puerto Villarroel, Cochabamba. Aquel primer encuentro marcó el inicio de un vínculo que, dos décadas después, lo llevaría a liderar una iniciativa de ciencia ciudadana. Su compromiso se materializa hoy en el uso y promoción de la aplicación móvil Bufeo, una herramienta diseñada para el monitoreo de esta especie, clasificada como Vulnerable en el ámbito nacional.

La organización ambiental Faunagua ha sido pionera en el estudio y protección del bufeo en Bolivia, desarrollando proyectos de conservación tras décadas de atención limitada. La aplicación Bufeo, creada por esta entidad, busca integrar a los pescadores, quienes por su convivencia diaria con el delfín, poseen un conocimiento invaluable del entorno fluvial. A través de sus dispositivos móviles, estos científicos ciudadanos registran avistamientos y, equipados con estaciones de monitoreo en sus embarcaciones, recopilan datos sobre la calidad del agua y del aire, enriqueciendo así un banco de información vital para la especie.

Aunque los conteos piloto se iniciaron en 2010, la metodología de monitoreo comunitario se consolidó en 2022. Mendoza fue uno de los primeros en adoptar la tecnología y en sensibilizar a otros pescadores para que se unieran. Los resultados preliminares de este esfuerzo han sido fundamentales para impulsar políticas de conservación, incluyendo la formulación del II Plan Nacional para la Conservación del Bufeo Boliviano (2020-2025) y la propuesta de una Ley Departamental de Protección y Conservación en Cochabamba. Para Jhonny Mendoza, la implicación directa transforma a los participantes en defensores activos de la especie, al reconocer el papel fundamental que este cetáceo desempeña en el equilibrio fluvial. Subraya la necesidad de su conservación para la salud integral del ecosistema, considerándolos los guardianes del río.

**Un Hábitat en Riesgo**

El bufeo es una especie endémica de Bolivia, aunque su distribución en la cuenca del Madera, que abarca los ríos Mamoré e Iténez, significa que aproximadamente el 20% de su población también se encuentra en Brasil. Paul Van Damme, biólogo marino y director técnico de Faunagua, detalla que en Bolivia este delfín rosado se distribuye principalmente en dos corredores: uno que se extiende desde Puerto Villarroel hasta Bella Vista, en Beni, donde confluyen el Ichilo y el Mamoré; y otro que atraviesa Santa Cruz por el río Iténez, en la frontera con Brasil.

El sistema fluvial Ichilo-Mamoré es un epicentro para el monitoreo de delfines en el país. Desde 2017, se realizan expediciones trianuales para evaluar el estado del bufeo. Debido a la dificultad de realizar un censo poblacional exhaustivo, los investigadores emplean el método SARDI, una estandarización científica adoptada por la Iniciativa de Delfines de Río de Sudamérica. Esta técnica implica el uso de embarcaciones de dos niveles, donde un equipo de biólogos registra avistamientos en cuadrantes de visión definidos, asegurando una recolección de datos consistente.

Hasta 2006, el bufeo era considerado una subespecie del delfín amazónico (Inia geoffrensis). Sin embargo, investigaciones científicas posteriores, algunas lideradas por Van Damme, demostraron que sus características de hábitat justificaban su clasificación como una especie distinta. Esta reclasificación llevó a que en 2009 fuera catalogado como Vulnerable en la lista nacional de vertebrados amenazados, mientras se espera su inclusión en la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), donde el Inia geoffrensis ya figura como En Peligro (EN) desde 2018.

El territorio de Puerto Villarroel, donde Mendoza ha residido toda su vida, ha experimentado cambios drásticos debido a la deforestación y la contaminación. Estos fenómenos incrementan el sedimento en los ríos y afectan la reproducción y supervivencia de los peces, que son el principal alimento del bufeo, ubicado en la cima de la cadena trófica. Van Damme explica que la deforestación altera el ciclo hidrológico, intensificando la fuerza del agua de lluvia y provocando sequías más severas en épocas secas. La reducción de la cobertura arbórea en las riberas disminuye la disponibilidad de frutos para los peces, impactando directamente la dieta de los delfines. El biólogo belga, residente en Bolivia desde hace casi tres décadas, enfatiza que el bufeo boliviano sufre por la escasez de peces, al igual que los pescadores.

Informes recientes han puesto de manifiesto que Bolivia es uno de los países con mayor pérdida de bosque nativo a nivel global, con millones de hectáreas deforestadas y afectadas por incendios forestales en los últimos años. Esta devastación no solo rompe el equilibrio de los ecosistemas fluviales, sino que también impacta la calidad del aire y la visibilidad, afectando la vida diaria de las comunidades y la capacidad de monitoreo. Contrario a la percepción común, Van Damme señala que la principal amenaza para el bufeo no es la pesca, sino la degradación generalizada de su hábitat. Estos problemas ambientales no solo ponen en riesgo al bufeo y la biodiversidad, sino también la subsistencia de las comunidades locales que dependen de ríos saludables.

**Monitoreo Impulsado por la Comunidad**

Ante este panorama, un grupo de pescadores, con un total de doce embarcaciones, se ha unido a los esfuerzos de protección a través de la aplicación Bufeo, desarrollada por Faunagua con el respaldo de WWF-Bolivia. Estos comunarios, transformados en científicos ciudadanos, registran con sus teléfonos la presencia de delfines y miden la calidad del agua y del aire durante sus recorridos.

La participación de los pescadores es considerada vital, ya que son ellos quienes poseen un conocimiento profundo del río y pueden recolectar datos de manera continua. Esta colaboración no solo enriquece la base de datos científica, sino que también empodera a las comunidades y fomenta la conciencia ambiental. Desde su lanzamiento en 2022, ocho pescadores de Puerto Villarroel, incluyendo a Jhonny Mendoza, registraron 220 bufeos en el río Ichilo. En total, han cubierto más de 1.500 kilómetros de ríos amazónicos, con más de 500 registros individuales.

Estos datos han mejorado significativamente la comprensión sobre la distribución, abundancia y movimientos de la especie, así como las amenazas que enfrenta. La información generada se visualiza en mapas y se discute entre pescadores y científicos, facilitando la interpretación biológica y el diseño de estrategias de conservación más efectivas. En una fase adicional del proyecto, se colocaron transmisores satelitales a ocho bufeos, una tarea en la que la experiencia de los pescadores en la captura y liberación de especies acuáticas fue crucial. Este monitoreo, que duró seis meses, reveló que los delfines de río pueden desplazarse más de 300 kilómetros en tres meses, demostrando que no se limitan a áreas

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