El gobierno colombiano emitió una robusta refutación tras las declaraciones de un prominente senador de Estados Unidos, quien sugirió la posibilidad de operaciones terrestres en Colombia y Venezuela como parte de la estrategia de Washington contra el narcotráfico.

El presidente Gustavo Petro advirtió categóricamente a Estados Unidos que no intente ninguna intervención militar dentro del territorio colombiano. Esta advertencia surgió después de que el senador afirmara que la anterior administración estadounidense informaría al Congreso sobre la eventualidad de tales acciones ofensivas en ambas naciones sudamericanas.

Estas aseveraciones, realizadas a finales del mes pasado, emergieron en el contexto de una discusión donde el senador confirmó que la Casa Blanca contemplaba efectivamente acciones en tierra, tras más de un mes de operaciones navales y aéreas sostenidas en el mar Caribe.

En una enérgica respuesta comunicada a través de una destacada plataforma de redes sociales, el presidente Petro invocó la arraigada historia de resistencia del pueblo colombiano frente a agresiones externas. Articuló una visión de una población que, si es atacada, se movilizaría en masa hacia las montañas, armándose y convirtiéndose en una fuerza invisible. Su mensaje incluyó una severa advertencia: No lo intenten, añadiendo un toque simbólico sobre innumerables individuos que encarnan un espíritu de desafío, listos para tomar las armas si son provocados.

Coincidiendo con esta admonición pública del jefe de estado colombiano, Estados Unidos desplegó el destructor de misiles guiados USS Gravely en Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago, una nación geográficamente próxima a Venezuela.

La presencia de la embarcación fue descrita como un componente integral de las iniciativas de cooperación en seguridad marítima en curso, que abarcan ejercicios de entrenamiento y misiones colaborativas. El objetivo declarado de este despliegue es contrarrestar amenazas compartidas, como el crimen transnacional, y fortalecer la resiliencia regional mediante esfuerzos humanitarios y de seguridad combinados.

Las tensiones prevalecientes en el Caribe, exacerbadas por la presencia operativa estadounidense sostenida, no muestran signos discernibles de desescalada. Desde que la administración estadounidense anterior inició un despliegue naval significativo en esta área estratégica, enmarcándolo como un conflicto armado contra el tráfico ilícito de drogas, los informes indican que más de 40 fatalidades han resultado de estas acciones lideradas por Estados Unidos

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