La situación actual del país ha sido atribuida, en gran medida, al extenso periodo de gestión del Movimiento al Socialismo. Durante aproximadamente dos décadas, incluyendo un breve lapso posterior, esta fuerza política ejerció un control significativo, tanto en el ámbito económico como en el político, sin enfrentar una oposición sustancial. Un analista presente en un reciente foro de discusión política señaló que esta hegemonía les permitió actuar con amplia discrecionalidad, configurando el panorama nacional a su voluntad.

El comentarista enfatizó que es ineludible reconocer la profunda responsabilidad que recae sobre este sector político por la trayectoria del país a lo largo de esos años. No obstante, también se reconoció que durante su administración se implementaron políticas de inclusión social y se utilizaron los cuantiosos recursos generados por la venta de gas para mejorar las condiciones de vida de un segmento importante de la población, contribuyendo a reducir la pobreza. Se destacó que el país experimentó una transformación, y que dos décadas representan, en efecto, una generación completa.

Se hizo notar que una generación entera ha crecido y se ha formado conociendo predominantemente la figura política de un solo líder. Este fenómeno, se sugirió, requiere un análisis más profundo. Si esta realidad se confirma, entonces el mencionado líder y quienes colaboraron estrechamente con él comparten la responsabilidad por el estado en que se encuentra la nación.

Se desafió la noción de que figuras políticas actuales de relevancia no estén vinculadas a este legado, afirmando que forman parte de una responsabilidad de la cual no pueden desvincularse ni negar.

Ante este escenario, se planteó que aquellos ciudadanos y actores políticos que no se identifican con ninguna de las facciones principales surgidas de ese periodo tienen ahora la oportunidad de impulsar acciones concretas para la restauración democrática en el país.

Al ser consultado sobre la capacidad de la oposición actual para llevar a cabo esta tarea, el analista describió a la oposición como un concepto genérico y abstracto, carente de una representación definida. En su lugar, propuso que la ciudadanía debe colaborar activamente para construir un país diferente, adoptando enfoques y acciones distintas a las del pasado.

Se subrayó la necesidad de que los ciudadanos tomen la iniciativa y se involucren en la promoción de la recuperación democrática. Esto implica un proceso de selección de candidatos, que, sin negar el derecho de participación a nadie, permita identificar y descartar a aquellos que de antemano carecen de posibilidades reales. La estrategia sugerida es que la población comience por definir por quién *no* se debe votar, para luego concentrar el apoyo en quienes sí tienen verdaderas opciones de éxito.

El proceso electoral se presenta en dos fases. La primera, la inscripción de candidaturas, que concluye en una fecha próxima, proporcionará las listas que la población podrá evaluar. Posteriormente, se iniciará la segunda etapa, considerada la más crucial, en la que la ciudadanía ejercerá su poder de decisión y determinará quiénes serán finalmente elegidos

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